En esta edición de agosto, Venezolanos Ilustres se enorgullece de presentar la inspiradora historia de Alberto Colantuoni, un artista plástico cuya trayectoria demuestra que los límites más grandes están en la mente, no en el cuerpo. Su vida es testimonio de que el arte puede convertirse en una forma de sanar, resistir y trascender.
Nacido en Delta Amacuro y residenciado desde niño en Maracay, Alberto es un hombre familiar, empático y soñador. Su esencia se mueve desde el amor y la esperanza. “Creo en que los sueños, con esfuerzo, pueden hacerse realidad”, nos dice.

Cuando la vida de Alberto cambió el lienzo
Aunque el interés por la pintura estuvo presente desde su juventud, no fue sino hasta el año 2010 que su historia artística comenzó de manera profunda y transformadora. Un diagnóstico de glaucoma severo cambió su vida para siempre.
“Perdí la visión de mi mejor ojo. Fue una experiencia difícil, llena de tristeza, frustración y miedo”, confiesa. En esa búsqueda de sentido, apoyado por su familia, redescubrió la pintura como oficio y como refugio. Ingresó a la escuela del maestro Pascual Parra y, más adelante, a la Escuela de Arte Rafael Monasterio, donde, bajo la guía de Nelson Sarabia, desarrolló su estilo.
Sus obras, reconocidas por el uso vibrante del color y la luz, comenzaron a exponerse en galerías y salones de arte. “Cada obra es parte del recorrido hacia el crecimiento. La transformación se da con cada trazo”, afirma con serenidad.

Pintar la luz sin verla del todo
Su más reciente proyecto artístico nace de una paradoja: ver menos, pero sentir más. “El glaucoma perjudica la percepción visual, afecta cómo veo los colores, las formas, las luces. Estas pinturas son una forma de documentar mi experiencia visual con esta enfermedad”, explica.
Para Alberto, la luz es más que un recurso estético. Es símbolo, es lucha, es esperanza. “Buscar la luz es una manera de celebrar lo que aún puedo percibir. Mis pinturas capturan momentos de claridad y belleza que todavía encuentro en el mundo”, nos dice.
Lejos de detenerlo, su condición se ha convertido en una herramienta creativa. “Trabajar con los límites de mi visión ya no es una lucha. Ahora es parte de mi identidad artística”, expresa con una madurez admirable.
Una frase que guía el camino
“Si tiene solución, ¿para qué te preocupas? Y si no la tiene, ¿para qué te preocupas?”, es la frase que lo acompaña. Le recuerda que, incluso en lo inevitable, puede hallarse paz. Este pensamiento le ha permitido abrazar su proceso con aceptación y canalizarlo en creación.

Los límites están en uno mismo
Colantuoni reconoce que el mayor desafío ha sido aprender a vivir con una visión limitada. “Tengo visión tubular en el ojo derecho, lo que implica una percepción muy restringida. Organicé mi espacio de trabajo en casa para adaptarme y fui integrando esta nueva forma de ver el mundo a mi arte”, relata.
Su historia no solo es técnica y talento; es también fortaleza emocional. “Con el apoyo de mi hogar y mis amigos descubrí que sí se puede alcanzar. Ahora confío en lo que hago y no quiero dejar de crear”, asegura.
Un antes y un después
La experiencia que marcó un cambio definitivo fue contundente: “Despertar un día y no ver por un ojo. Ese fue el inicio del después”.
Desde ese momento, el arte se convirtió en salvación. Lo que antes era un pasatiempo, ahora es un medio de expresión y una plataforma para inspirar.
La inspiración libertadora de Alberto Colantuoni
Su mayor modelo a seguir es Simón Bolívar. “Admiro profundamente su perseverancia ante las dificultades”, dice, convencido de que esa misma cualidad lo ha mantenido firme ante sus propios retos.

En medio del relato, también se permite una anécdota divertida. “Una vez, en plena crisis visual, terminé haciendo una fila pensando que era para comprar alimentos. Le pregunté al señor de adelante qué vendían allí, y me respondió: ¡esto es una funeraria!”. La historia lo hace reír ahora, como quien aprendió a vivir desde la luz del humor.
Claves para un éxito con propósito
Alberto no duda cuando se le pregunta por las claves de su crecimiento: “Adaptación, apoyo emocional, creatividad, constancia y mostrar mi historia al mundo. Convertí mi limitación en fortaleza”.
Sus obras hoy son reconocidas por plasmar, a través del color y la composición, la belleza que aún habita en su campo visual. Cada pincelada es también una victoria.
Colantuoni bajo la lupa
Familiar, creyente y sensible, Alberto lleva en el corazón a Ciudad Piar, en el estado Bolívar. Su plato venezolano favorito es la pasta con caraotas y queso, una combinación que resume su espíritu: sencillo, auténtico y lleno de sabor.
Para cerrar, deja un consejo a los jóvenes que sueñan en grande: “No tengan miedo de empezar. Lo importante es dar el primer paso, aunque sea pequeño. Con constancia, paciencia y acción se pueden alcanzar todos los sueños”.
Y sus palabras, como sus trazos, tienen profundidad. Hablan de alguien que no solo pinta, sino que transforma cada sombra en posibilidad, cada oscuridad en luz.
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