Adam Álvarez, una vida entre montañas, desafíos y libertad

Adam Álvarez
Foto cortesía de Adam Álvarez.

El vértigo de las alturas no es para todos. Alcanzar una cumbre a más de 5.000 metros de altitud, desafiar temperaturas bajo cero y continuar incluso cuando el cuerpo grita que se detenga requiere algo más que condición física: requiere espíritu. Ese espíritu lo encarna Adam Álvarez, un ingeniero venezolano cuya vida se reparte entre el mundo corporativo en Londres y las cimas más desafiantes del planeta.

“Soy ingeniero de formación, aventurero de corazón y explorador por convicción”, se define con firmeza. Su historia, sin embargo, va más allá del montañismo: es una filosofía de vida, una oda al movimiento, a la superación constante, a la búsqueda incesante de libertad.

Raíces andinas, alas internacionales

Adam nació en Caracas, pero su corazón pertenece a Mérida. “Estudié en la ULA y viví gran parte de mi vida entre montañas”, nos cuenta. Esa conexión temprana con la naturaleza lo marcó para siempre. Hoy vive en Londres, Reino Unido, donde combina su profesión con su rol como embajador deportivo de la marca Arc’teryx. Pero Venezuela sigue latiendo en su alma.

“Es muy difícil olvidar a Mérida, no solo por sus montañas, sino por su gente”, afirma. Mantiene un vínculo estrecho con familiares y amigos, y habla con nostalgia de El Valle, en la Sierra Norte de La Culata, ese rincón andino que lleva en el corazón.

El camino hacia la cima (y hacia uno mismo)

La trayectoria profesional de Adam ha sido diversa. Comenzó en Venezuela, emprendiendo en turismo y guiaturas de montaña. Luego, tras emigrar, trabajó en el sector del outdoor retail con marcas como Salomon y Arc’teryx, hasta llegar a desempeñarse en el exigente mundo financiero en Londres.

Este equilibrio entre la exigencia profesional y la pasión por la montaña ha moldeado su carácter. “Vivir en una ciudad tan competitiva te obliga a dar lo mejor de ti”, confiesa. “Pero también te empuja a evolucionar”.

Aun así, su verdadero motor siempre ha sido el deseo de explorar. “Soy muy inquieto. Necesito moverme, conocer, probar, descubrir. La naturaleza y los desafíos personales me enseñan mucho más que cualquier aula o empresa”.

Adam en la montaña.
Foto cortesía de Adam Álvarez.

Real Freedom & Embrace The Challenge

Adam vive según dos mantras: real freedom y embrace the challenge (libertad real y aceptar el desafío). El primero, porque encuentra en la exploración su definición más pura de libertad; el segundo, porque para él todo reto es una oportunidad de crecimiento.

Su ascenso al Denali, la montaña más alta de América del Norte (6.190 m s. n. m.), es prueba de ello. Forma parte del prestigioso circuito de las Siete Cumbres y es conocida no solo por su altitud, sino por su frío extremo y condiciones impredecibles.

“Normalmente se tarda entre tres y cuatro semanas. Nosotros lo hicimos en 12 días”, relata. Optaron por un ascenso en estilo alpino, cargando todo desde el inicio y sin las tradicionales rotaciones de aclimatación. Un riesgo calculado que rindió frutos.

El Denali no fue solo una cumbre, fue una batalla interna. “Subí con bronquitis, lo cual se complicó con la altitud. Dejé de respirar dos veces durante una noche en el campamento a más de 5.000 metros”, confiesa. “Mis compañeros pensaron en regresar, pero decidimos continuar”.

Adam Álvarez
Foto cortesía de Adam Álvarez.

La temperatura bajó a -40°C. Sufrió congelaciones de segundo grado en un dedo del pie y pérdida de sensibilidad en las manos. Pero, como buen explorador, no se rindió.

“Cada paso era doloroso e incómodo, pero lo logramos. Llegamos a la cima del Denali”, dice con emoción. “La montaña siempre te pone en tu lugar. Aprendí a ser humilde, a saber cuándo seguir, cuándo detenerme. Y sobre todo, que el compañerismo lo es todo”.

La montaña que le cambió la vida a Adam Álvarez

Pero si una experiencia marcó su vida fue su ascenso a la octava montaña más alta del mundo, de 8.163 m s. n. m., sin oxígeno embotellado ni porteadores. Estuvo en la “zona de la muerte”, donde el cuerpo comienza a fallar por la falta de oxígeno.

“Tuve alucinaciones, congelaciones, un cansancio extremo… Al regresar, ya no era el mismo. Me volví más consciente, más sensible, pero también confirmé que cuando deseas algo con el corazón, nada puede detenerte”.

Infancia libre, raíces profundas

Adam y su papá.
Foto cortesía de Adam Álvarez.

Adam no solo escala montañas, también atesora recuerdos. Uno de los más entrañables está en los viajes a La Gran Sabana y el Amazonas junto a su familia. “Dormíamos en carpas, cocinábamos al aire libre, nos metíamos en los ríos. Éramos salvajes, felices… y ni siquiera lo sabíamos”, recuerda con una sonrisa.

No sorprende entonces que sus mayores referentes sean sus padres. “Aventureros de espíritu, ellos me enseñaron a amar la naturaleza y a valorar la libertad”, dice con gratitud..

Las claves del éxito de Adam

La pasión por lo que hace es la brújula que guía su camino. “Recuerdo que mi padre me dijo una vez: ‘Si vas a hacer algo, hazlo bien o no lo hagas’. Esa frase me marcó”, nos confiesa. En cada proyecto, da lo mejor. “A veces soy radical, muy blanco o negro. Pero esa exigencia me ha hecho avanzar”.

También destaca el poder de la voluntad. “En momentos críticos, como el Denali, fue la pasión y la fuerza del espíritu lo que me hizo seguir adelante”.

Lo que viene: África, hielo y nuevas alturas

Adam en Egipto
Foto cortesía de Adam Álvarez.

El futuro está lleno de proyectos. África está en la mira este año. También un reto en Europa: ascender una montaña desde el nivel del mar. Para 2026, planea escaladas en hielo en la Laponia sueca. “Tal vez vuelva a Pakistán… veremos”, dice con brillo en los ojos. Porque donde otros ven dificultad, él ve oportunidad.

Adam Álvarez bajo la lupa

Su plato favorito: arepas y hallacas. Su lugar del alma: El Valle, en Mérida. Se define como determinado, curioso, apasionado.

Es ingeniero, montañista, explorador. Y, sobre todo, es inspiración.

Cierra con un mensaje a los jóvenes venezolanos: “Ningún sueño es demasiado grande como para no alcanzarlo. Si realmente lo deseas, encontrarás el camino”, afirma.

Y esa es, quizá, la mayor lección que nos deja Adam Álvarez: que los límites existen solo para ser superados; que la cima es apenas un punto; que lo verdaderamente valioso es el viaje, el coraje y el corazón con el que se asciende.

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