Enrique Bernardo Núñez: cronista mayor de Caracas y maestro de las letras

Enrique Bernardo Núñez
Por Desconocido – Archivo Fotografía Urbana. Información sobre la fecha de la foto referida por la fundación. Dominio público

Enrique Bernardo Núñez, una vida dedicada a las palabras

Hablar de Enrique Bernardo Núñez es recordar a uno de los grandes intelectuales de Venezuela en el siglo XX. Nacido en Valencia, estado Carabobo, en 1895, fue un escritor, periodista y cronista que dedicó su vida a rescatar la memoria, las tradiciones y los relatos de la nación.

Su pluma, refinada y apasionada, se convirtió en un puente entre el pasado y el presente, y sus crónicas todavía hoy constituyen una referencia indispensable para entender la identidad cultural venezolana. Núñez se formó como periodista y, desde muy joven, encontró en la escritura un espacio de reflexión y creación. Su capacidad para observar lo cotidiano, registrar lo histórico y transformarlo en literatura lo consolidó como una figura esencial dentro de la vida cultural del país.

Entre 1919 y 1920, trabajó como redactor en El Imparcial. A partir de 1922, extendió sus colaboraciones a periódicos como El Universal, El Heraldo y El Nuevo Diario, así como a revistas de la talla de Élite y Billiken. En 1925 fundó y dirigió El Heraldo de Margarita, coincidiendo con su cargo de Secretario General de Gobierno del estado Nueva Esparta. También tuvo una destacada carrera diplomática, ejerciendo como primer secretario de Venezuela en Colombia, Cuba y Panamá, y como cónsul en Baltimore, Estados Unidos.

Cronista de Caracas

En 1945, Enrique Bernardo Núñez fue designado Cronista Oficial de Caracas, cargo que ejerció con pasión y entrega hasta su fallecimiento (con intervalos) en 1964. Desde ese rol, emprendió una tarea monumental: preservar la memoria de la ciudad y contar su historia a través de relatos cargados de lirismo y precisión documental.

Núñez caminaba por las calles caraqueñas con la mirada de un observador sensible. Rescataba anécdotas, describía espacios y daba voz a personajes olvidados por la historia oficial. Su visión no era únicamente la de un registrador de hechos, sino la de un narrador capaz de imprimir alma a cada detalle.

Gracias a él, muchos episodios de la vida urbana y cultural de la capital quedaron plasmados en textos que hoy se consideran parte del patrimonio literario venezolano.

Obras y legado literario de Enrique

Enrique Bernardo Núñez
Tomada del Diente Roto

Entre sus obras más conocidas destacan La galera de Tiberio (1932), Cubagua (1931) y Después de Ayacucho (1949). En ellas, Núñez combinó sensibilidad narrativa con rigurosa investigación histórica, logrando piezas donde la literatura y la memoria se entrelazan magistralmente.

Su novela Cubagua ocupa un lugar especial en la historia literaria del país: ambientada en la isla del mismo nombre, es considerada una de las primeras novelas modernas venezolanas, tanto por su estilo como por la manera en que aborda el pasado colonial. Con esta obra, mostró la riqueza cultural y la complejidad histórica de Venezuela con una voz singular.

Como periodista, escribió en reconocidos medios nacionales, y sus artículos se caracterizaron por la elegancia y la claridad, cualidades que lo hicieron destacar entre sus contemporáneos. Su estilo era conciso, pero siempre impregnado de poesía, convirtiendo cada texto en un retrato vívido de la realidad.

La partida de un intelectual

El 1 de octubre de 1964, Caracas se vistió de luto con la noticia del fallecimiento de Enrique Bernardo Núñez. Su partida dejó un vacío en el ámbito cultural venezolano, pero también consolidó su lugar como uno de los grandes cronistas y narradores de la nación.

Ese mismo año, en reconocimiento a su obra y a su servicio a la memoria de la capital, la Academia Nacional de la Historia le rindió un homenaje póstumo. Sus textos quedaron como testimonio de una vida dedicada a las letras, a la historia y al amor por Venezuela.

Un referente para nuevas generaciones

Más allá de los libros, lo que Enrique Bernardo Núñez nos dejó fue una manera de mirar el país: con curiosidad, con respeto por la memoria y con sensibilidad para registrar lo humano.

Su legado invita a las nuevas generaciones de escritores, cronistas y periodistas a seguir cultivando la palabra como herramienta de identidad y de encuentro. Hoy, seis décadas después de su fallecimiento, su nombre sigue presente en bibliotecas, instituciones y homenajes.

Cada lectura de sus obras es una oportunidad para redescubrir la riqueza de la historia venezolana y comprender la importancia de conservar la memoria cultural.

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