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El arte cinético y abstracto de Alejandro Otero

«Fue el pintor de su generación más capacitado para comprender y sentir a Cézanne, cuya obra lo sedujo a tiempo que, mientras estudiaba […] ponía el método analítico del pintor francés, partiendo del objeto tradicional de la naturaleza, la figura, el paisaje» (Juan Calzadilla sobre Alejandro Otero, 1976, p. 86)

Alejandro Otero fue uno de los pintores y escultores más sobresalientes del siglo XX de Venezuela. Un artista que conforme crecía, su evolución artística era notable y cuyos intereses y curiosidad evolucionaron con igual interés. Su área era el dibujo, pintura y escultura, en las que fue muy versátil hasta lograr llenar su país con obras que aún se mantienen. Fue un activo representante del movimiento cinético y Op Art, así como del arte abstracto, su firma personal.

Alejandro Otero

Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas

Alejandro Otero nació el 7 de marzo de 1921 en El Manteco, Venezuela. Hijo de José María Otero Fernández (quien fallece en 1923) y María Luisa Rodríguez. No se conoce mucho de su vida sino hasta 1939 en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas, donde aprendió de su tutor Antonio Edmundo Monsanto, pintor, historiador y reconocido instructor de los artistas venezolanos más importantes del siglo XX.

Mientras estudiaba, Alejandro Otero tuvo la oportunidad de enseñar en 1942, actividad que lleva hasta su año de graduación en 1944. Enseñó experimentación plástica a niños y vitrales. Durante estos primeros años sus obras eran retratos, desnudos y paisajes. De estos se registran Paisaje de Los Flores de Catia (1941) y Autorretrato (1943). En 1944 realiza su primera exposición en el Ateneo de Caracas acompañado por César Enríquez.

Al llegar 1945, Alejandro Otero recibe una beca concedida por el Gobierno Francés y el Ministerio de Educación de Francia para continuar sus estudios. En 1946, muy influenciado por Picasso, crea su primera colección, Cafeteras. Cargado de la tendencia gestualista, mostrando «líneas y estructuras de enorme fuerza expresiva». Sin embargo, estas formas lineales y básicas de los objetos. Inició con Cacerolas en 1946. Siguió con Cafeteras entre 1946-1947. Cráneos en 1947 y en el mismo año Potes. Hasta ese momento trabajó con grupos de 5, pero en 1948 asciende a 8 cafeteras rosas. También plasmó candelabros, botellas y lámparas. 

«Su formación escolar se produce dentro de la corriente figurativa, que imperaba en esa época en Venezuela, pero ya en Europa habían aparecido manifestaciones de la abstracción, etc. Entonces, Alejandro hace una deconstrucción de la forma en una serie llamada Las cafeteras. Allí, a partir de un objeto figurativo, de una especie de jarra-cafetera, él va abstrayendo la estructura lineal y espacial, hasta llegar a la más pura linealidad de ese objeto, y finalmente se queda solamente con el espacio blanco, infinito. Es en ese momento cuando se hace por primera vez, una obra abstracta en Venezuela.» – Rafael Romero

Alejandro Otero
Alejandro Otero en 1960

En 1948 incluyeron a Alejandro Otero en Les mains ebloués en la Galería Maeght en París. Pero ya en 1949 regresaba a Caracas. Sus obras realizadas en París las pudo exponer en varios lugares de Caracas: en el Museo de Bellas Artes, el taller libre de arte y el Instituto Pedagógico de Caracas. Guillermo Manases registró que sus obras habían causado controversia, esto precisamente por mostrar una obra totalmente novedosa. Cabe destacar que entre los exponentes a nivel mundial del arte abstracto geométrico destaca el inigualable Alejandro Otero.

«La pintura de Otero ha de asombrar, necesariamente. Es distinta a todo lo que habíamos visto en nuestro país. Y, además, ofrece una sensación de quien está seguro de sí mismo […] Podríamos decir que las líneas, las formas, los objetos han sido profundizados, llevados hasta la honda atmósfera enmarcada que no existe jamás en la realidad: el propio espíritu, la propia pasión, el fino cerebro del artista.» Guillermo Meneses (1949, cit. en 1982, p 36).

En 1950 Alejandro Otero regresa a París, ocasión que lo lleva a formar parte del grupo editorial de la revista Los disidentes, del cual también surge un grupo artístico bajo el mismo nombre. Entre ellos estaban: Pascual Navarro, Mateo Manaure, Carlos González Bogen, Perán Erminy, Rubén Núñez, Narciso Debourg, Dora Hersen, Aimée Battistini y J. R. Guillent Pérez. Una revista que no superó los 5 volúmenes, en esta protegían la tendencia del arte abstracto junto a otras corrientes contemporáneas.  Seguían las obras de los artistas venezolanos en París y criticaban las viejas ideas junto a los lineamientos del arte plástico, museos y salones del arte venezolano. 

En 1951 comienza una nueva era, las Líneas de color sobre fondo blanco. Le sigue en 1951 su participación en el Salón des Realités Nouvelles en París.  Realiza un viaje a Holanda y siguiendo los preceptos de Piet Mondrian inicia sus Collages Ortogonales. Logra exponer sus primeras obras de este periodo en Espace-Lumière, de la Galería Suzanne Michel en París, 1952. Posteriormente regresa a Venezuela y participa en la Síntesis de las Artes Mayores bajo la organización de Carlos Raúl Villanueva en la Ciudad Universitaria de Caracas. También había realizado otras obras para el campus de la UCV: cuatro murales y un vitral para la Facultad de Ingeniería en 1954. UNA Policromía para la Facultad de Farmacia en 1957 y otra exclusiva para la Facultad de Arquitectura y Urbanismo en 1956. En 1953 se ven los primeros destellos de los populares Coloritmos en dos mosaicos para el Anfiteatro José Ángel Lamas. Hubo otras obras en Las Mercedes y en el Banco Mercantil y Agrícola de Caracas, el teatro del Este, un vitral para la casa de Alfredo Boulton, policromías, relieves, entre otras obras esparcidas por toda Caracas entre 1954 a 1974.

En 1954 volvió a la educación en su propia casa de estudios y enseñó en el Taller libre de Arte hasta 1956. Durante este último año presentó su nueva serie Horizontales Activas presentando juegos ópticos, búsqueda de movimiento y posibilidades de color.

Alejandro Otero

Los 60, Alejandro Otero y sus Coloritmos

De 1955 a 1960, Alejandro Otero se destacó en la creación de sus populares Coloritmos, definidos como «tablones verticales pintados al duco». Se alejó de lo pictórico para introducirse en el arte compositivo. Utilizó plantillas sobre láminas, compresor y pintura industrial para lograrlo.  En 1956 el Museo de Arte Moderno de Nueva York adquiere el Coloritmo N°. 1. En el mismo año, Alejandro Otero representa a Venezuela en el XXXVIII Bienal de Venecia con 5 obras. En 1957 se extiende el conocimiento de Otero y sus Coloritmos en Barranquilla y en 1959 a Brasil. 

Sin detenerse, Alejandro Otero comienza a dedicarse a la escenografía de teatro. Realizó en 1957 la escenografía para “El Dios Invisible” de Arturo Uslar Pietri en el Teatro Nacional. Continuó en 1958 con Calígula de Albert Camus (Teatro Municipal) y Fuenteovejuna de Lope de Vega en el Ateneo de Caracas en 1966. Siendo esta última quizás la más resaltante por presentar un escenario de estructuras puras, lo que creó contraste con los vestuarios.

Para 1958, Alejandro Otero era aplaudido por sus obras. Luego de haber estado en debates y defensas públicas (hasta en prensa) por su estilo de arte, recibe el Premio Nacional de Pintura en el XIX Salón Oficial Anual de Arte Venezolano con su Coloritmo N° 35.

«En ese instante la pintura abstracta, la pintura no objetiva, queda no solamente reconocida oficialmente, lo cual ya había tenido lugar al participar en salones anteriores, sino que resultaba premiada como expresión de una de las principales corrientes de nuestro lenguaje plástico. Este hecho hubo de revolucionar el concepto estético del mensaje pictórico, dentro del pronunciamiento genérico de las diferentes tendencias que venían realizándose desde años atrás en Venezuela» (Alfredo Boulton, 1972, III, p. 178).

Esta naciente aceptación le permite reformar el concepto de la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas la que pasó a llamarse Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas. Además de ser el coordinador del Museo de Bellas Artes desde 1959 a 1960. A partir de 1960 regresa a París, lo que renueva su estilo, dejando los Coloritmos en la serie Telas Blancas siguiendo el postulado de la monocromía. Adquirió en 1960 hasta 1967 el estilo informal, pop art y el realismo europeo. Desarrolla Ensamblajes y Encolados bajo el postulado de Marcel Duchamp. En 1964 vuelve a Caracas como vicepresidente del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA) hasta 1966. Trabaja en Papeles Coloreados, proyecto artístico con tiras de papel periódico con pinturas. En 1967, representa nuevamente a Venezuela en la XXXIII edición de la Bienal de Venecia, presentando 49 de sus obras de diferentes períodos.

Alejandro Otero
Alejandro Otero con el Abra Solar al fondo

En 1967 Alejandro Otero comienza a tomar las obras urbanas tridimensionales con mayor interés. Aunque ya había ejecutado varias en forma bidimensional. A lo que él mismo expresó en 1990 como «El estallido se produjo cuando el soporte plano se volvió insuficiente para contener ese espacio y expresarlo». Así que en 1967 trabajó en el proyecto Zona Feérica de El Conde. En esta creó las esculturas: Rotor, Vertical vibrante oro y plata, Estructura sonovibrátil, Noria hidroneumática, Torre acuática e Integral vibrante; mostradas en 1968. Este mismo año instaló Vertical Vibrante en la ciudad de Maracay, donde también se interesó por las artes gráficas y realizó aguafuertes.

En 1971, Alejandro Otero recibió la beca de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation, lo que le permitió ingresar al Centro de Estudios Visuales Avanzados del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Siguió aprendiendo sobre esculturas cívicas, sus nexos con la realidad natural (luz, viento, clima) y fue parte de equipos multidisciplinarios que estudiaban el arte y la ciencia. En 1973 Otero trabajó en la serie de pintura Tablones. «Una variante de las líneas de color sobre fondo blanco de 1951, o como las obras preparatorias de los Coloritmos. Pero más ‘espaciales’ que éstos y en puro color» (José Balza, op. cit., p. 122).

Continuó la vida de Alejandro Otero entre bienales, obras y más actividad (ya fuera escrita, artística o presencial). Recibió el Premio Nacional de Pintura de Venezuela en 1958, y el Museo Alejandro Otero en 1990. Otero se casó con la artista Mercedes Pardo y tuvieron 4 hijos. En 1985 realizaron una exposición retrospectiva de su obra en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber. Mostraban 763 piezas, abarcando todas las etapas de su producción plástica.

El 11 de agosto de 1990, falleció Alejandro Otero. Recibió el homenaje póstumo por la Fundación Museo de Arte La Rinconada, cambiando su nombre a Fundación Museo de Artes Visuales Alejandro Otero el 14 de agosto de 1990. En el estado Bolívar, su gobernación crea el Premio de Artes Plásticas Alejandro Otero. Sus obras representaron a Venezuela en 1991 en la XXI Bienal de Sao Paulo con 75 obras, esto le permitió recibir la Mención Honorífica post mortem. Por el primer aniversario de su pérdida física, el Museo de Artes Visuales Alejandro Otero organizó una exposición donde incluyeron la versión definitiva de los Collages Ortogonales (creados por medio de la computadora) y el primer ensayo de escultura para la intemperie en color Una flor para Nora. Sus dos obras Abra solar y Los Cerritos, (la última realizada con Mercedes Pardo) fueron restauradas y colocadas en la vía Caracas-La Guaira. Varias de sus obras se encuentran en La Fundación Galería de Arte Nacional (FGAN) de varias de sus etapas.

Sus obras más populares que aún se pueden apreciar en varias zonas de Venezuela son: Abra Solar en Plaza Venezuela. Una escultura de Alejandro en el Museo de Arte Moderno Jesús Soto. Espejo Solar en la Universidad Simón Bolívar. Un Mural en la Ciudad Universitaria de Caracas. El Vitral en la Ciudad Universitaria de Caracas. Otro Mural en la Ciudad Universitaria de Caracas y el Mural en la Fachada del Edificio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo.

Alejandro Otero, destacado «por la revalorización de las relaciones entre luz, espacio y percepción.  Se dedicó a la investigación y exploración de esculturas cívicas, resultado de su continuo interés en las relaciones espaciales y sociales de las obras de arte. Para Otero, después de todo, el arte significaba “un drama personal en el que el hombre moderno puede reconocer su imagen.” En esta línea, formó parte del grupo de artistas que realizaron obras para la Ciudad Universitaria de Caracas.» – Galeria RGR

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