Rómulo Gallegos fue mucho más que un narrador de historias. Nacido en Caracas el 2 de agosto de 1884, su pluma capturó las esencias más profundas del pueblo venezolano, sus luchas, paisajes y contradicciones. Su obra literaria, encabezada por la emblemática novela Doña Bárbara, trascendió las fronteras de la ficción para convertirse en un espejo del alma nacional.

Considerado el más importante novelista venezolano del siglo XX y uno de los grandes de América Latina, Gallegos escribió con una sensibilidad inquebrantable hacia la realidad social, política y cultural del país. Desde los llanos hasta los rincones más recónditos del alma criolla, su narrativa denunció las desigualdades y puso a dialogar civilización y barbarie, progreso y atraso, esperanza y conflicto.
Su literatura no fue escapismo, fue compromiso. Cada uno de sus personajes, cada metáfora y descripción, contenía una visión crítica, una invitación al despertar colectivo. A través de novelas como Cantaclaro, Canaima y Pobre negro, Gallegos consolidó una voz literaria que se convirtió en conciencia nacional.
Rómulo Gallegos educador y estadista comprometido
Antes de ser el primer presidente de Venezuela elegido por voto universal, directo y secreto, Gallegos ya se había ganado un lugar como educador visionario. Se formó en la Universidad Central de Venezuela y dedicó sus primeros años a la enseñanza, convencido de que la educación era el camino hacia una sociedad más justa.
Su paso por la política fue breve pero significativo. En 1947, luego de las elecciones organizadas por la Junta Revolucionaria de Gobierno tras el derrocamiento de Isaías Medina Angarita, Gallegos fue elegido presidente con un amplio respaldo popular. Era un momento de transición, de esperanza renovada, y su elección simbolizaba la entrada de las ideas democráticas en el escenario político venezolano.
Sin embargo, su gobierno fue truncado por un golpe militar apenas nueve meses después, el 24 de noviembre de 1948. A pesar de esta interrupción, su figura nunca dejó de ser símbolo de lucha democrática y de una Venezuela que anhelaba equidad, instituciones sólidas y un liderazgo ético.
Legado más allá del tiempo
Rómulo Gallegos no solo vivió para la literatura o la política, sino que dejó una huella perdurable en las instituciones culturales y educativas del país. En su honor se creó la Fundación Celarg (Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos), que ha sido un faro para la reflexión intelectual y la promoción del pensamiento latinoamericano.

Además, desde 1964 se entrega el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, considerado uno de los galardones literarios más importantes del idioma español. Escritores como Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Fernando Vallejo han sido distinguidos con este premio, prueba de que el nombre Gallegos sigue siendo sinónimo de excelencia narrativa y compromiso social.
Gallegos también fue senador vitalicio a partir de 1961, como reconocimiento a su trayectoria intelectual y política. Vivió sus últimos años rodeado del respeto de generaciones que lo consideraban un referente moral en un país que aún buscaba cimentar sus valores democráticos.
Una voz que no se apaga
Rómulo Gallegos falleció en Caracas el 5 de abril de 1969, dejando tras de sí un legado tan fértil como los llanos que alguna vez describió. Su vida, marcada por la coherencia entre pensamiento y acción, sigue inspirando a escritores, docentes, estudiantes, políticos y ciudadanos que ven en él la figura de un hombre íntegro, capaz de soñar con un país mejor y trabajar por hacerlo posible.
A más de medio siglo de su partida, su obra literaria se mantiene viva en bibliotecas, aulas y corazones. Y su breve pero luminoso paso por la presidencia continúa siendo una referencia ética para Venezuela.
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