“Tengo un alma profundamente naturista y adoro con ella la verdad sencilla de las cosas”
Teresa de la Parra es una de las novelistas más importantes del siglo XX de Venezuela. Recordada por Ifigenia (1924) y Las memorias de Mamá Blanca (1929), ambas difundidas en Francia, España e Hispanoamérica. Fue la primera venezolana en recibir reconocimiento fuera del país por sus obras, además de haber sido homenajeada por Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez.
Ana Teresa de la Parra Sanojo nació el 5 de octubre de 1889 en París. Nació en Europa porque su papá era cónsul venezolano en Berlín, pero regresaron a Venezuela cuando Teresa tenía dos años. Sus padres fueron Rafael Parra Hernaiz e Isabel Sanojo Ezpelosim de Parra. Tuvo 5 hermanos. Vivió su infancia en la hacienda de caña El Tazón, cerca de Caracas. A sus once años, en 1900 junto a su madre y hermanos se mudan a España luego del fallecimiento de su padre. En 1902 se vuelve alumna del Colegio del Sagrado Corazón de Godella. Fue descendiente de la aristocracia venezolana, entre ellos terratenientes.
Sus vivencias en Venezuela marcaron por completo su estilo
Regresan a Caracas en 1910, época en la que comienza a interesarse por los modismos, estilo colonial y vida en la capital a principios del siglo XX. Esto junto con las vivencias de su infancia muy marcada en territorio venezolano, fue lo que dio inspiración a sus dos obras sobresalientes. Su gusto por la literatura se vio influenciada por Romain Rolland, Gustave Flaubert, Marie-Henri Beyle (Stendhal), Guy de Maupassant, Pierre Loti, Maurice Maeterlinck, Alphonse Daudet, Anatole France, y escritoras francesas, Gyp, Marcelle Tynaire, Sidonie-Gabrielle Colette y Ana de Noailles. En 1915 comienza a trabajar con el seudónimo Fru-Fru, El Universal publicó dos de sus cuentos: Un evangelio indio: Buda y la leprosa y Flor de loto: una leyenda japonesa.
En 1982 se cree publicó El ermitaño del reloj, El genio del pesacartas y La historia de la señorita grano de polvo, bailarina del sol. En 1920 trabajó en la revista Actualidades, la cual Rómulo Gallegos dirigía, donde publicó Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente, inspirada en las cartas enviadas a su hermana en diversos viajes. Ese mismo año publicó Mama X en un concurso nacional de cuentos, patrocinado por el periodico El Luchador, donde Teresa de la Parra resultó ganadora. Este triunfo hizo que José Rafael Pocaterra, editor de la revista Lectura Semanal, se interesara por ella, invitando a publicar Diario de una señorita que se fastidia en su revista. De esta se vendieron seis mil copias.
En 1923 se mudó a París y en 1924 publica como Teresa de la Parra, Ifigenia, obra con la que participa en un concurso literario en París, patrocinado por el Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa, en el que recibe el primer premio. A los años, Francisco de Miomandre tradujo la obra al francés. Y Teresa se vuelve una de las más resaltantes autoras latinas, llegando a volverse una cercana amiga de Gabriela Mistral. Posteriormente, en 1929 concibió su segunda novela, Memorias de Mamá Blanca, aparecido en español y en francés. «Los recuerdos de Tazón darían vida a la hacienda Piedra Azul de Las memorias de Mamá Blanca (1929), y el internado se convertiría en el marco formativo de María Eugenia Alonso, la heroína de Ifigenia.»
En 1927 fue invitada a Cuba para participar en el Congreso de Prensa Latina y en 1930 a Colombia donde da una conferencia sobre el papel de la mujer en la cultura española. En este momento afirma que su feminismo es moderado, habla de la identidad femenina sin tapujos y descarta el estigma social de que la escritura femenina debe solamente limitarse a temas del amor, destacando que ni siquiera ella se identificaba con esa temática. En 1961 fueron publicados los temas tocados en esa conferencia. En este «dijo que las mujeres deben ser fuertes y sanas, deben trabajar y ser financieramente independiente, y deben considerar a los hombres como a sus amigos y compañeros, no como su propietario o enemigos. Ella se llamó a sí misma una feminista moderada, y argumentó que un cambio radical y abrupto no traería estabilidad entre los dos sexos.».
Fuera como Fru fru o Teresa de la Parra, siempre fue única
Creando su propia voz, los historiadores hacen referencia al uso del lenguaje que Teresa de la Parra aplicó para explorar la expresión femenina a través de las palabras, así como destacó el papel de la mujer en la sociedad. Con narrador subjetivo, consideradas sus obras como psicológicas o filosóficas, realistas y regionalistas por la veracidad de las costumbres venezolanas mostradas.
Otras de sus obras fueron Epistolario íntimo (1953), Cartas a Rafael Carías (1957), Tres conferencias inéditas (1961), Obras completas (1965) y Obra (Narrativa, ensayos, cartas, 1982).
Luego de pasar gran parte de su vida luchando con tuberculosis y asma, incluso viajando para conseguir curas, Teresa de la Parra fallece el 23 de abril de 1936 en Madrid. Fue sepultada en el cementerio Almudena, en Madrid. Pero en 1974 llevaron sus restos a Venezuela, en la cripta de la familia Parra Sanojo en el Cementerio General del Sur. En 1989 fueron removidos al Panteón Nacional de Venezuela, en Caracas.
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